Militante afectivo


Sobre la obra de Juan Sebastián Bruno
Txt: Andrés Aizicovich

(para la revista Franceville)









































Básquet, conceptualismo, diseño gráfico, redes sociales, Bauhaus, vacaciones en pareja, la memoria emotiva de los objetos, el espíritu  amateur de los clubes de barrio, la candente actualidad política. ¿Cómo asociar ideas, disciplinas, tradiciones y plataformas tan disímiles?  “La buena onda entre las cosas”  es la respuesta de Juan Sebastián Bruno, artista que formara parte del grupo Suscripción, pioneros  locales a la hora de descontracturar  la relación espectador – obra  a través de espacios donde el  ocio y el pasatiempo minaban la figura obsoleta de un público contemplativo;  la radical idea  de que en algo en apariencia tan descomprometido como es la actividad del relax y el recreo puede desentramarse una ideología que hace del placer una bandera, proponiendo a su vez una metodología educativa basada en la creatividad y en la participación. La vocación de comulgar ligereza y política a la vez se hace presente también en la obra actual de Sebastián Bruno, sumando a ello referencias a su vida íntima, un componente que no se dejaba filtrar en la labor del grupo. Así, los dibujos digitales, las fotos y esculturas en vitrinas en los que viene trabajando los últimos años podrían ser descriptos como el diario de alguien que la pasa bien, la fotografía en su uso más primario y cotidiano: la captura de buenos momentos. En otras piezas, Bruno trabaja aplicando objetos de su vida cotidiana (gomas de borrar, una chapita de cerveza) sobre hitos de la historia de la fotografía en un amplio arco de citas que va de Moholy Nagy y Rodchenko a Wolfgang Tillmans. El resultado son obras que rinden tributo a través de un humor ligero, pero donde la intervención sobre sus homenajeados  no apunta a una irreverencia iconoclasta sino a la admiración de un fan, a la manera de un adolescente que cuelga pósters en su cuarto. Ante todo se trata de ablandar la tradición y nuestro vínculo con la historia. Un acto de gratitud ante el espíritu heróico y las quimeras de las vanguardias que supieron abrirse paso a golpe de machete en el convulsivo clima social y cultural de la primera mitad del s. XX horadando el campo para que los artistas de la actualidad puedan trabajar dotados de mayor liviandad, a partir de códigos más flexibles.
En el trabajo de Juan Sebastián Bruno el placer es entendido como una actividad que se rebela contra la gravedad y el anquilosamiento del elitismo de la alta cultura, la solemnidad del museo y el protocolo de los discursos y statements sobre-elaborados. Una dinámica  afín a la que se presenta en las plataformas de intercambio de imágenes por internet de las que Bruno se nutre, donde el pensamiento en colectividad y la disolución de la autoría, la apropiación desvergonzada, el plagio o la réplica entran en un marco de legalidad cómplice. 
Contrariamente a los artistas que buscan enmascarar, esconder sus influencias y filiaciones, el amoroso acto de favoritear  en Flickr cumple una función no sólo afectiva (y de estímulo para quien recibe la alabanza) sino también de jactancia; transparentar estos  intereses y referencias; evidenciar la copia, el contagio y el remix de imágenes. 
Así, el simple copy and paste adquiere  un matiz político, una toma de posición en épocas donde la ley SOPA, la policía paranoica del copyright y otros paladines del derecho intelectual,  se ungen desde un estrado y tras una peluca polvosa  a dictaminar el bien y el mal golpeteando un martillito de madera, en una suerte de inquisitivo superyó cultural. Sin necesidad de panfletos ni manifiestos, la obra de Juan Sebastián Bruno  aborda estos tópicos y asume partido evitando señalar acusadoramente: un inocente clic a Favoritos también es formar parte de la transformación.